sábado, 25 de julio de 2009

FRAGMENTO CAPITULO III "EL PROFETA DEL SUBURBIO"

- Me acuerdo de aquellas noches - continuó Sheré - en las que Dios y yo nos dábamos la mano. Sabes? he espiado a las hermanas de todos mis amigos mientras estas se bañaban, se cambiaban o dormían (algunas tienen la costumbre de dormir sin sutiens y sin bombacha). Eran pocas las que tenían un bonito culo, pero igual todas me excitaban. He hecho el amor con algunas de ellas. A las otras, con las que no he podido compartir una cama les dedique varios de mis mejores pajas, desde el baño de mi casa. Mirá, la otra vez, en una de esas fiestas en donde uno no sabe donde termina, invité a una de esas que bailan con todos (en toda fiesta hay por lo menos una) a mi habitación. Después de mucha histeria vino conmigo. La mina se desvistió mas rápido de lo que tardé yo en ir al baño a orinar y volver. El tiempo que le sobró lo utilizó para tender la cama y meterse adentro. Esa noche solo fue un viaje aburrido. Sin embargo en otras madrugadas con señoritas universitarias (muy seriecitas ellas), lo he pasado de puta madre. Es cierto ese mito de que las más tímidas y calladas a la hora de endemoniarles el alma a sus compañeros son las que mas eficientemente lo hacen. Hace como un mes que no puedo atrincherarme entre las piernas de una mujer. Espero que no pase mucho tiempo más porque sino voy a volver a hacerme adicto a la más fabulosa de las drogas: La paja. Cuando la desesperación comienza a patearte el bajo vientre, uno se frota con cualquier cosa. Yo creo que empecé a practicar este bendito deporte entre los trece y los catorce años. Eran tiempos en que nos juntábamos con mis amigos del barrio a jugar a la pelota en una canchita. Después del partido nos cruzábamos al kiosco a tomar algo fresco. A unos metros vivía una vecina que tenía la buena costumbre de salir a comprar cigarrillos con un camisón casi transparente y con un escote lo suficientemente pronunciado como para dejar al descubierto el valle de sus tetas. Acusaría unos cuarenta años. Nos desequilibraba el hecho de que el camisón dejaba traslucir su bombacha. Imaginate nosotros, a esa edad... Una tarde me llamó a mí de entre los diez o doce que allí estábamos para pedirme un favor. Todos mis amigos me miraron con cierta complicidad y en voz baja me decían: "Te quiere bajar la caña", "Cuando la tengas cerca tocale una teta sino te dice nada te la podes voltear", "dale besitos en el cuello, eso a las minas las re calienta". Luego de haber hecho el mandado me invitó a pasar a su casa. El marido no estaba. Cuando entré, un miedo terrible se agazapó entre mis piernas. Yo era virgen y no sabía que hacer. Nunca había estado a solas con una mujer semi desnuda. Mientras me agradecía el haberle hecho el mandado, giró y se agachó para tomar algo de su cartera. Mi bragueta se hinchó. Me acerqué a ella lentamente, sin quitarle los ojos de encima a lo que dejaba a la vista la fina tela de su camisón. Cuando la tuve lo suficientemente cerca, le acaricié el muslo. Ella se dio vuelta de inmediato y me miró muy seria. Pensé que no le había gustado y el pánico de lo que podría suceder me puso tieso. Tomó mi mano, dejó caer unas monedas en la palma y me abrió la puerta para que me vaya. Al regresar con mis amigos me ametrallaron de preguntas. Por supuesto que no les conté la verdad, puesto que cada palabra que decía era escuchada con admiración. En esos tiempos mi reputación, con respecto a las mujeres, creció enormemente. Esa noche en mi habitación recordé lo sucedido y le cambié el final. Me imaginaba que ella me desabrochaba la bragueta, me bajaba los pantalones y se quitaba el camisón. Me fui en seco.

domingo, 12 de julio de 2009

SER O NO SER

Soy la imagen del futuro agazapada en un insomnio. Soy el hijo de Sodoma, su parte más lasciva. Soy la lengua que escupe las palabras y pensamientos de los pudorosos. Soy un pecho que sangra veneno y se suicida por placer. Soy el efímero suspiro de esa mujercita que todavía no ha conocido lo que significa la palabra mujer. Soy la mirada perdida de un mendigo con sueños de magnate. Soy el diente podrido de una médium que se encamó con todos los curas de una santísima iglesia. Soy la cama de tortura donde duermen las tristezas y las angustias. Soy saliva de esos labios que nunca quisieron rozar los míos, la pasión escatimada de Ella, la más hermosa, la que siempre dio su cuerpo y nunca su amor. La traición desesperada de un amigo de toda la vida. Soy la plegaria obligada de aquel que ha pecado. Soy la seducción de lo prohibido. Soy la visión del mundo que tiene un enfermo esquizofrénico, la emoción del que gana una partida, la tentación de los sometidos, la sincera distracción del que dijo una mentira.
Pero a pesar de todo esto, no soy ni la mitad de lo que he querido ser.