Tiempo
después, cuando algún zahorí descubrió la manera en que ambos coincidamos en un
mismo espacio, no fue por casualidad que hayamos hablado de lo absurdo de
nuestras actividades cotidianas, de la tapa de los diarios, de lo cambiado que
estamos, esquivando lo que realmente era importante. Mi princesita hacia tiempo
que se había transformado en sapito. Nadie cavó la tumba de nuestro amor, eso
es algo que yo me reservé como patrimonio exclusivo. Juré que se me escapó. Que
nunca le quise decir que le compré un bonito ataúd al cadáver de nuestro amor.