Una
bombacha vacía. Una cama deshecha. Sobre un espejo que parecía reflejar todavía
la escena recientemente ocurrida había una foto en blanco y negro pegada con
cinta scoch. La puerta de la habitación se abrió y una mujer totalmente desnuda
posó sus pies sobre la fina alfombra. La miré desde la silla en la que estaba
sentado. Mis ojos se nublaron. De un impulso me levante bruscamente y me fui
por la puerta que había quedado apenas entornada. La mujer, inmóvil, observó mi
retirada. Luego fue hacia el espejo para ver el reflejo de su rostro. El maquillaje
corrido y los ojitos chinos evidenciaban que no había pasado una noche
tranquila. Se alejó unos pasos para verse de cuerpo entera desprovista su
blanquísima piel de todo vestuario. Inspeccionó sus partes, mas no encontró
nada anormal. Paseó su mirada en derredor. Desde la cómoda la imagen de un
Cristo crucificado parecía dejar escapar una lágrima. Silencio. Velas
consumidas casi completamente. Dos pantuflas en forma de conejitos custodiaban la
cama. La mujer recordó la foto pegada en el espejo. La tomó entre sus manos
investigándola con tristeza. Un tremendo vacío le comprimió el pecho.
Hay algo que no funcionó. Hay algo que anduvo mal. Mi princesita sabía que
desde hacía un tiempo no era la misma. Dejó la foto. Espió el espejo que
parecía todavía seguir reflejando lo acontecido hacía un rato. Anegada en
cavilaciones se dio cuenta de que había perdido algo muy valioso que ya nunca volvería
a recuperar.
* Fragmento del capitulo I