lunes, 24 de agosto de 2009

MI PRINCESITA SE TRANSFORMO EN SAPITO Parte III

- Morochón - Cuando me decía así, un escalofrío hermoso trepaba por mi columna vertebral - Morochón, ¿Qué serias capaz de hacer por mí?
¿Es posible que una sola pregunta tenga tantas respuestas y yo sea incapaz de pronunciar siquiera una?
- Morochón, me parece que vos no me querés.
Hay frases que salidas de los labios de la persona a la cual más adoramos sobre la tierra pueden rajarnos el alma y ella sabía muy bien cuando utilizarlas ¡Qué insignificante se siente uno cuando quiere traducir al lenguaje oral un sentimiento! No existía nada en este mundo que yo no hubiera hecho por ella, pero ella no lo sabía. Justamente al final de ese día ocurrió uno de los hechos más desgraciados de mi vida. Estábamos recostados en el lecho cuando sus labios dejaron escapar nuevamente la pregunta: ¿Qué serias capaz de hacer por mí?
Yo cavilé unos segundos tratando de formular una respuesta. Mas no tuve el tino de encontrar la adecuada. Entonces, ella de un salto salió de la cama, se dirigió al armario y sacó un pequeño bolso en el que metió algunas ropas. Desorientado, improvise algunas palabras, pero no pude armar una frase coherente, mientras ella ya vestida salía de la habitación. Puede que mi primer impulso fuera de no comprender nada aunque íntimamente lo sabía todo.
- No te podes ir, si esta es tu casa.- dije - Pará ¿A dónde vas?
- A donde no me duela tu silencio.
Si es cierto que se pude golpear a una persona hasta dejarla knock out con una frase, ella con lo dicho, me dejaba absolutamente fuera de combate. Cuando trataba de reponerme escuche el portazo que dio al salir a la calle. Que podía hacer. Groggy, como un boxeador que beso la lona me incorpore. Sentado en la cama y sosteniéndome la cabeza entre las manos fijé mis ojos en la foto que estaba pegada en el espejo. Dibuje en mi pensamiento el sendero que habíamos recorrido cuando yo creía ser el campeón en este juego. Todo eso ocurrió en fragmentos de segundos. Supuse que habíamos llegado al fin de nuestra vida juntos y comprendí que habíamos atravesado los límites del entendimiento. Comenzaba a navegar en el mar al que llamamos ausencia y me perdía en los laberintos de mis antiguas fantasías. Estuve un rato así, y les juro que si uno tendría la capacidad de decidir el momento en que abandonará la vida, yo hubiera elegido ese instante. Luego mi angustia se transformó en ira. “¡Por qué no te morís!”, le gritaba al espejo. Hablaba como si el reflejado fuera otro “¡Por qué no te morís!” Repetía. Nunca antes había deseado de tal manera mi muerte. Del polvo de todos los buenos momentos construí mi nueva fortaleza. Luego la desesperación se apoderó de mis sentidos. En un estado de extrema exaltación salí en su búsqueda. Escuche que las campanadas de una iglesia cercana anunciaban las tres da la mañana. La inocencia volcada en nuestras pasiones puede llegar a hacer que cometamos dramáticos errores. Corrí de una forma como nunca lo había echo en mi vida. Salí sin dirección alguna, pero a tres cuadras, absolutamente mojada por la lluvia la alcancé. La tomé de un brazo con brusquedad, pero mis labios nuevamente me jugaron una mala pasada, no pude pronunciar una sala silaba. Pero la miré a los ojos profundamente, con una de esas miradas que atraviesan la carne. Parecía como si mis ojos quisieran cumplir el rol de mi boca. Yo le hablaba. No con mi voz, no sé con qué, pero creo que ella me entendía. El agua de la lluvia corría por su rostro como una catarata. A pesar de ello pude divisar una lagrima colgarse de su mejilla. Entonces la abracé. La abracé con fuerza, como si quisiera que nuestros cuerpos fueran uno. Casi lo logro. Creo que fue esa vez, cuando sin decirle una sola palabra y sin haber realizado ningún hecho heroico, comprendió lo que yo sería capaz de hacer por ella.

domingo, 16 de agosto de 2009

GUERRA

No tengo ninguna cicatriz a la vista por lo tanto, podria negar rotundamente que soy un sobreviviente de una cruenta guerra. Mi sonrisa permanece en una mueca natural, mis ojos aunque un poco caídos, no reflejan la paz de los muertos que se siente justo debajo de mis pulmones. Mi aspecto es medianamente saludable, no estoy desalineado y todavía, quizás por inercia, me paro derecho. Fueron apenas un par de días (casi dos años), los que estuve bajo la línea de fuego, aunque casi nadie se entero (como casi nadie se da cuenta ahora que de tantas heridas que tengo por dentro, me derrumbaría si me suspiraran cerca) que apenas y llegue a escapar del patíbulo. No se usaron fusiles, ni bombas en esta guerra. Muy poca fue la inteligencia y las estrategias utilizadas. Fueron innumerables combates cuerpo a cuerpo, con la pasión como único instrumento de ataque y defensa. He llorado, he gritado, me he enfadado, he enloquecido pero la he amado tanto, pero tanto, que no me daba cuenta que ella era mi mi unico enemigo. Mi bendita alma recibio puñaladas de desconsuelo, detonaciones de desilusión, tormentas de dolor hasta que mi corazon exploto y los pedazos se desparramaron por todo mi cuerpo.