sábado, 27 de junio de 2009

Los Residuos de un Amor

Eran los residuos de un amor. Mi angel de la guarda se quedó dormido y yo sin querer desvie el camino. Es por ello que estaba sumergiendo mis botas en el pantano de las canalladas. Mis valores antes erguidos en acero indestructible se habían convertido apenas en montañas de barro que se derrumbaban en el lodazal.
Buscaba un beso que durara mas que sus mentiras. Trocitos de suspiros entre ese enjambre de ideas. Sofisticadas excursiones entre las bragas de esa mujer. Parecía imposible poder hacer que algo metiera un poco de sangre en nuestras venas para que el motor de esos cuerpos cansados empuje otra vez.
Buscabamos que cada dia se haga eterno y que nuestros soles nos sonrian siempre.
Buscaba que cada mañana ella me quiera un poquito mas...
Nuestro encuentro en este mundo no ha sido sencillo (pocas veces las cosas maravillosas lo son), por eso tendriamos que haber sido diestros albañiles de nuestros sueños. Estar a la altura de nuestros deseos, si estos son lo suficiente ambiciosos.
Hay un corazon aquí que late, todavía al ritmo del amor que hubo entre nosotros…

martes, 23 de junio de 2009

XIV

Trataba de dormirme y no podía. Mi cuerpo estaba pesadamente agotado, pero mis ojos se negaban a cerrarse y descansar en paz. Era como una especie de maldición. Un presagio mal parido. Como si dentro mío hubiera demasiada carga crispando mis nervios. Me senté en el colchón. Permanecí unos segundos así sin saber que hacer. Me volví a acostar. Puse mi mente en blanco. Un par de pies gigantes bailaban un malambo sobre mi cráneo. Giré a un lado y a otro. Insomnio: Una sanguijuela o algo así circulaba dentro mio. La podía sentir. Mi piel se elevaba por donde pasaba. Un cosquilleo doloroso me indicaba que algo no anda bien. La sanguijuela estaba en mi pecho justo sobre mi corazón. Percibía como se movía tan asquerosamente y yo sin un deseo digno de una persona…
¡Que gris sentía todo! ¡Que gris! La sanguijuela trepaba por mi cuello hacia mi rostro “¿no se irá a salir por la nariz?, ¿o por la oreja?” me preguntaba.
Insomnio. Intentaba dormir en una cama cuyo colchón padecía, como si estuviera hecho de clavos en punta que van presionando mi cuerpo tan filosamente como para espantar al sueño. Encima veía al sol colgado cual cuadro surrealista en la parte de la casa donde el techo estaba caído. Mi mirada pesaba. Traté de aniquilar mis pensamientos leyendo un libro. La sanguijuela se reía en voz baja dentro mio y yo la puteaba. Dejé el libro porque no me enganchaba. El reloj se ha clavado caprichosamente en una hora que querían olvidar. Mis párpados seguían negándose a cerrarse como si fueran imanes de un mismo polo. Insomnio, ese maldito enemigo que me ha perturbado tantas veces, nuevamente ganaba otra batalla. Con esa pesadumbre que roe los huesos al estar completamente agotado y no poder abandonar el desvelo, me dirigí hacia la calle. Caminé sin rumbo. A dos cuadras una gitana intentó retenerme para leerme el futuro. Inhalé el repugnante hedor a orín que se desprendía de su ropa y traté de evitarla. Ella tomó mis manos. Forcejeamos un instante. La futuróloga trató de convencerme para sacarme algún billete. Sus ásperos dedos me acariciaban la palma. Mas, la fuerza se encontraba ausente en mí. Me sugirió que su hija (una doncellita de unos 17 años que estaba sentada frente a la puerta de su casa), me brindaría sus favores a cambio de algún dinero. Yo sonreí y reparé sobre la gitanita que me miraba con el rabillo del ojo, con una inocencia que me recordó a Blancanieves. La madraza quiso persuadirme, pero yo sabía que debajo de esa pollera había una letrina que guardaba ratas despilfarrando infecciones morbosas. Las sábanas a las que me invitaba estaban bañadas por ríos de semen y lágrimas asqueadas, donde las bestias mimosas enfermaban sus hormonas. Por ese cuerpo que olvida la belleza (toda la carnada estaba en qué tan sensuales pueden resultar un par de breteles a la vista), han batallado ejércitos de leguas ásperas hasta el suicidio. Pude ver en las palabras de la vieja, la imagen del pasado agazapada en mentiras. A hijos de Sodoma, héroes lascivos con complejos pervertidos que alzaron sus banderas en terribles ceremonias. Me negué a tanta camaradería. Escapé de sus garras y continué mi andar errante.
El día se clavó en mi cuerpo a modo de un inmenso cuchillo que me rajó, como alguien que aspira a todo sin medir a quien va a dañar. Mi estomago crujía reclamando algún alimento. Mi saliva pesaba tanto que me costaba levantar la lengua. Los bolsillos vacíos. El Mendocino que me sorprendió de atrás con un cartón de vino por la mitad, me invitó un trago que yo rechacé. Nos sentamos sobre el pasto de una plazoleta. Él balbuceó historias que seguramente ha vivido en otra vida. Yo silenciosamente fingí creerle ¡Que atormentado estaba! Aturdido por el tránsito que comenzaba a hacerse mas nutrido intenté sumergirme entre la marea que renuncia a la vigilia. Creo que lo logré.

lunes, 8 de junio de 2009

El ejercicio de mirar y ser mirado fijamente a los ojos cuando las palabras parecen no poder combinarse de la manera exacta para expresar lo que si puede ésta disciplina, quizás nos permita entender el por qué en este momento tengo una sonrisa dulcemente amplia grabada en mis labios.
Y que mensaje de mi cerebro le lleva la sangre que recorre mis venas a mis manos, no lo se, el echo es que sin decirle nada tomo las manos de mi interlocutora tiernamente. Ella ahora me cuenta de su vida. Quizás sea la luna llena que se cuelga como fondo de este cuadro, o tal vez una extraña combinación de astros. Lo cierto es que me abre su corazón. También es posible, que aquello que ha bebido en las últimas dos horas este ayudando a la sensibilidad. Por eso me dice que a pesar que me conoce poco, significo mucho para ella, que me quiere (aunque mas tarde este querer se haya transformado en aprecio pues la palabra querer dicha a alguien que conocemos poco suena totalmente fayuta por mas que esta vez sea cierto).
No se que hace, pero logra despertar al león que habita en mi corazón y desde hacia tiempo dormía. Me habla al oído, pues la música suena fuerte y esta es la única forma de que la escuche, y a mi eso me encanta. Miro su boca y me dan ganas de comerle el alma. Cuanto pagaría por ser la gota de sudor que en este momento esta atravesando su cara desde su sien hasta la comisura de sus labios… nada, pues puedo serlo sin mas que acercar mi boca a ella y transformarla en parte de mi, pero todavía no lo hago. Me gusta asi. Le pregunto si vio alguna vez un pájaro llorar. Me dice que no. Como un relámpago esculpido en el alba, el brillo de sus ojos me invade un instante. Y es mi suspiro el pergamino donde escribo mi declaración. Rozo su vientre apenas descubierto casi sin querer con mi mano y ya no se lo que hago, me tiene absolutamente hipnotizado. Me estrecha fuerte una y otra vez. En la última nos fundimos en un beso necesitado. En un beso que había sido encerrado en las mazmorras de lo prohibido. En ese momento nos iniciamos en la doctrina del deleite. Esta vez el “para siempre” duró mucho mas que las veces anteriores.
Ahora en la oscuridad, sus ojos se apagan en un delirio escapado de su celda racional. Y la eternidad se regala como algo tangible.