miércoles, 23 de septiembre de 2009

Mi princesita se transformo en sapito - Fragmento

“Esta es la última vez que nos vamos a mirar a los ojos así, tan obscenamente, con tanto descaro. Ni pienses que nos vamos a volver a encontrar en este mundo. No hay ninguna posibilidad que sigamos respirando el mismo aire. Ya no vamos a sentir vergüenza de nosotros mismos por continuar mintiéndole al otro constantemente sobre las vibraciones de ese pedazo de carne podrida que albergamos, como en una jaula, en el pecho. La lástima, ese maleficio cristiano, nos abrigó demasiado tiempo. Ya nuestra saliva no se mezclará más en nuestras bocas ¡Que desnuda está la verdad! Tan desnuda que da impresión ¿se es un miserable cuando se deja de querer a alguien? Se acabó eso de vestir la piel del ciervo y en los lapsos difíciles mostrar las fauces del León. Envolvimos los cielos con los harapos de la compasión. Escribímos el testamento antes del sepulcro. Voy a descorchar el amargo champagne del olvido. Ahora que ya no somos felices juntos rompamos el contrato tácito que nos une. Ese cordón umbilical que alimenta nuestra alma. Recuperemos todo lo que nos robamos el uno al otro. Ya sé, no seremos los mismos, pero decidamos ser mejores. Naveguemos por aguas nuevas sin ser esclavos. Pronto quedará solo una cáscara vacía e inhóspita como un desierto, pues ya llegamos al límite. Yo estoy destrozado. No quedan leyes, reglas, ni promesas válidas cuando la enfermedad que te chupa es la angustia. Yo sé que vos comprendes. Que sabés que es tener la carne floja, los huesos vaciados por el dolor...”