Es así como me quiebras, a palazos que me retumban en el alma. Sin reproches de conciencia, sin sangría en la arena. Un corazón inmundo arrasado por un tsunami de dolores. Y es mi mejilla, huérfana de caricias, la autopista por donde corren lágrimas avinagradas. Nada va a extirparte de mi recuerdo. Nadie va a salvarme de esa pena.
Son tus palabras las que quieren dejarme morir esta noche. Hace falta solo que vulneres el blindaje de tus labios y apenas digas una sola cosa. Aunque no sea verdad (la mentira siempre ha sido tu aliada), aunque no me lo merezca, aunque la compasión sea una virtud que te amputaron al nacer. Es apenas un sonido el que puede hacer que otra vez el soplo de Dios vuelva a funcionar y bombee sangre a todo mi cuerpo, que haga que cada músculo se revitalice y luche por no caer sometido. Que la nube que tengo pegada en mi retina se quite y pueda verte otra vez.
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