lunes, 24 de enero de 2011

EL ULTIMO LLAMADO

Se despidió como si esa fuera la última vez en la vida en que se iban a ver. Montó su  Hilux , dio mecha a un nevado y encendió el motor. Tomó la ruta con el impulso del riff de “Black in Black” de AC/DC que azotaba los parlantes de la cabina. Hizo siete kilómetros y se detuvo en un descampado para revisar que su fuego de artificio este en la guantera y desenterrar un sobrecito de papel metalizado escondido en la alfombra. A la sombra de un paraíso silvestre, con el carnet de conducir, peinó tres rayas de chabona. Se las metió en las dos cuevas de oso que se asomaban de su cara en un santiamén, casi escuchando, como si fuera parte de su imaginación, las sirenas de los federicos lambiéndole las orejas. Una vez mas detonó el acelerador, sabiendo que no había nada de romántico en lo que había echo. Fue por la guita, sí, pero también por creerse un gangster de Chicago de los `50. A 93 kilómetros lo esperaba una avioneta que lo llevaría a otro mundo, pensaba, mientra veía por el retrovisor a la tropa que intentaba alcanzarlo. Su Black Berry empezó a zumbar como un tábano molesto. Miró la pantalla con descuido, en donde decía “La Mari, llamada entrante”, seguramente le quería avisar que lo sabuesos iban por él. Pero no atendió. Dejó el aparato chisporrotear en el asiento del acompañante y subió el volumen de su reproductor de mp3. Esquivó con pericia primero un micro y luego un Mercedes con acoplado. Bajó la ventana para sentir la fragancia del verde que invadía todo alrededor. Esa tarde su Dios miraba hacia otro lado cuando en la rotonda doce tigres de azul, enfierrados hasta las muelas lo emboscaban al borde de la ruta. Cuando los tuvo frente a él, puso al máximo el volumen, empujo el pedal del acelerador casi hasta el motor y se acovacho. Doscientos metros y los plomos que no esquivaban la luneta. Era uno de esos días en donde nada podía salir bien, por eso una rama gruesa caída en el camino y la velocidad que llevaba hicieron que desviara su destino y como un titán que desafía las leyes de la física, voló desde el barranco. Suspendido en el aire, logró marcar el número de quien lo esperaba dentro de dos horas. Un estallido fue lo único que se escucho desde el otro lado de la línea.    
         
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* Que loco no? el haber publicado un libro me permite poner que este es un texto inedito, ja!          

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