sábado, 23 de enero de 2010

Killer del Alma

No me alcanzan los pies
El suelo desaparece y yo me caigo en la nada
Es un killer del alma el que me corta en pedazos
Yo solo buscaba el calor de un abrazo

Adonde te fuiste, como fue que desapareciste?
Todavia esta en mi retina, tu mano saludando desde el ferry
Y que sera hoy de la tristeza que iba en tu mochila?
Adonde la habras dejado?

Y que ha sido, dime, de ese angel que habitaba tu cuerpo?
Y de las maravillas que escondias en tus labios?
Esa explosion de fuegos de artificios
Que a mi pecho despedazaban.

He pagado con lagrimas
Cada minuto de inconciencia
He escapado del laberinto en mi mente
Gracias a una capsula y unos cuantos
Psicologos freudianos

lunes, 11 de enero de 2010

IN LAKESH HALA KEN

Bailar
Una danza que nos haga olvidar
Que alguna vez estuvimos enfrentados

Cantar
Una rima que nos erize la piel
Que nos permita reconocernos en una voz


IN LAKESH
HALA KEN

Caminamos paso a paso
Un sendero tan extraño
Unos ojos tan desiertos
Es que no vemos ni escuchamos

La misma brisa a ambos nos toca
La misma lluvia aun nos moja
Pereceran nuestros cuerpos ante igual sepulcro
Y seremos el almuerzo de los mismos gusanos.

IN LAKESH
HALA KEN

*IN LAKESH - HALA KEN: Saludo MAYA que significa: Yo soy otro Tu, Tu eres otro Yo

lunes, 28 de diciembre de 2009

Un par de milagros

Subimos un escalon
En el camino hacia el sol
Buscamos una señal
Que nos permita llegar

Ciegos en la rutina
Nos llevamos por delante nuestra sombra
Es que no queda ningun tesoro
Al final del arco iris lo dorado ya no es oro

Salimos de compras
En este mercado
Metemos en la bolsa
Un par de milagros
Y es que no cuesta nada
Tambien los pecados
Que cometimos en el pasado

Cuento hasta un millon
Esperando que me alcance tu mano
Empujo mis pies de plomo
Para no hundirme mas en el lodo

Con la sobervia del mono
Viendome en el espejo calmo mi enojo
Por dichos que golpean fuerte
Con mas fuerza que un puñetazo

sábado, 26 de diciembre de 2009

Es un dia mas
En el que intentamos
Transpasar la frontera
Que separa lo que es de lo que nunca sera

Los sueños de un sepulturero
Que quizo atravezar el mar
Y en un castillo del siglo XVIII bailar un vals

Los deseos de dos recien enamorados
Revolcados en un catre donde se prometen
Que algun dia en las calles de Venecia navegaran

Son ruidos en mi cabeza
Una distorsion que no me deja dormir
Son voces que se apagan
Un llamado a la cruel verdad

El oraculo de Delfos
En la era digitial
Desparrama frases ambiguas
Que nadie va a interpretar

Cuando libertad se parece tanto a esclavizar
Cuando no queda un solo heroe en quien confiar
Cuando un ser humano viste el traje de Saturno
Y se cree imposible de alcanzar
Cuando Wikypedia es la bilbia y el coran
Cuando tu sonrisa alguien quiere encarcelar
Yo no me voy a arrodillar!
Yo no! ¿hay alguien mas?

martes, 24 de noviembre de 2009

El Profeta del Suburbio - Capitulo V (Fragmento)

- De chiquito aprendí a robar... Fui un tímido ladrón. Comencé robándoles los vueltos a mis padres cuando me mandaban a hacer mandados. No sé si se daban cuenta de mi comportamiento, pero de todos modos nunca me dijeron nada. A la edad de doce años escarbaba el fondo del monedero de mi mamá en busca de alguna moneda olvidada, pues en esa época papá ya no estaba y el maldito dinero siempre faltaba. Vivíamos en una casa abandonada que habíamos ocupado. La verdad es que ésta casa estaba en muy mal estado. Daba la sensación de que se había incendiado pues las habitaciones de atrás estaban llenas de escombros carbonizados. Tendrías que haber visto lo que era ese caserón. Ocupaba casi una manzana. Las habitaciones mutiladas por el fuego daban una imagen apocalíptica del lugar. Nosotros habíamos limpiado dos de esos cuartos. En uno pusimos dos colchones de lana envejecidos. En el otro improvisamos una mesa con una tabla y dos cajones. También conseguimos una heladera que apenas andaba en donde casi nunca había nada más que una botella con agua puesta a enfriar o un poco de guiso. Lo que pasaba es que esa heladera no era un lugar seguro porque más de una vez la abrías en verano y veías como una cantidad inimaginable de cucarachas terminaba frente a tus narices con lo que se suponía que era tu almuerzo. Mamá murió allí hace ya muchos años. Todavía deben de estar sus huesos. Ella falleció en la cama y nunca la saqué de allí. Cuando me fui de la vivienda un olor nauseabundo impedía la respiración. Los gusanos comenzaban a aparecer en la piel. Yo soñaba con que algún día la podría sepultar decentemente, pero no aguanté más de un mes vivir con su cadáver en la cama, entonces me fui. Y en la calle me convertí en el más vil ratero. Aprendí el más humillante cargo de ladrón: Punguero

sábado, 31 de octubre de 2009

Si supieras...

El ejercicio de mirar y ser mirado fijamente a los ojos cuando las palabras parecen no poder combinarse de la manera exacta para expresar lo que si puede ésta disciplina, quizás nos permita entender el por qué en este momento tengo una sonrisa dulcemente amplia grabada en mis labios.
Y que mensaje de mi cerebro le lleva la sangre que recorre mis venas a mis manos, no lo se, el echo es que sin decirle nada tomo las manos de mi interlocutora tiernamente. Ella ahora me cuenta de su vida. Quizás sea la luna llena que se cuelga como fondo de este cuadro, o tal vez una extraña combinación de astros. Lo cierto es que me abre su corazón. También es posible, que aquello que ha bebido en las últimas dos horas este ayudando a la sensibilidad. Por eso me dice que a pesar que me conoce poco, significo mucho para ella, que me quiere (aunque mas tarde este querer se haya transformado en aprecio pues la palabra querer dicha a alguien que conocemos poco suena totalmente fayuta por mas que esta vez sea cierto).
No se que hace, pero logra despertar al león que habita en mi corazón y desde hacia tiempo dormía. Me habla al oído, pues la música suena fuerte y esta es la única forma de que la escuche, y a mi eso me encanta. Miro su boca y me dan ganas de comerle el alma. Cuanto pagaría por ser la gota de sudor que en este momento esta atravesando su cara desde su sien hasta la comisura de sus labios… nada, pues puedo serlo sin mas que acercar mi boca a ella y transformarla en parte de mi, pero todavía no lo hago. Me gusta asi. Le pregunto si vio alguna vez un pájaro llorar. Me dice que no. Como un relámpago esculpido en el alba, el brillo de sus ojos me invade un instante. Y es mi suspiro el pergamino donde escribo mi declaración. Rozo su vientre apenas descubierto casi sin querer con mi mano y ya no se lo que hago, me tiene absolutamente hipnotizado. Me estrecha fuerte una y otra vez. En la última nos fundimos en un beso necesitado. En un beso que había sido encerrado en las mazmorras de lo prohibido. En ese momento nos iniciamos en la doctrina del deleite. Esta vez el “para siempre” duró mucho mas que las veces anteriores.
Ahora en la oscuridad, sus ojos se apagan en un delirio escapado de su celda racional. Y la eternidad se regala como algo tangible.

sábado, 24 de octubre de 2009

EL ULTIMO LLAMADO

Se despidió como si esa fuera la última vez en la vida en que si iban a ver. Montó su Eco Sport, dio mecha a un nevado y encendió el motor. Tomó la ruta con el impulso del riff de “Black in Black” de AC/DC que azotaba los parlantes de la cabina. Siete kilómetros antes de detenerse en un descampado para revisar que su fuego de artificio este en la guantera y desenterrar un sobrecito de papel metalizado escondido en la alfombra. A la sombra de un Paraíso silvestre, con el carnet de conducir, peinó tres rayas de chabona. Se las metió en las dos cuevas de oso que se asomaban de su cara en un santiamén, casi escuchando, como si fuera parte de su imaginación, las sirenas de los Federicos lambiéndole las orejas. Una vez mas detonó el acelerador, sabiendo que no había algo de romántico en lo que había echo. Fue por la guita, sí, pero también por creerse un gangster de Chicago de los `50. A 93 kilómetros lo esperaba una avioneta que lo llevaría a otro mundo, pensaba, mientra veía por el retrovisor a la tropa que intentaba alcanzarlo. Su Black Berry empezó a zumbar como un tábano molesto. Miró la pantalla con descuido, en donde decía “La Mari, llamada entrante”, seguramente le quería avisar que lo sabuesos iban por él. Pero no atendió. Dejó el aparato chisporrotear en el asiento del acompañante y subió el volumen de su reproductor de CD. Esquivó con pericia primero un micro y luego un Mercedes con acoplado. Bajó la ventana para sentir la fragancia del verde que invadía todo alrededor. Esta tarde su Dios miraba hacia otro lado cuando en la rotonda doce tigres de azul, enfierrados hasta las muelas lo emboscaban al borde de la ruta. Cuando los tuvo frente a él, puso al máximo el volumen, empujo el pedal del acelerador casi hasta el motor y se acovacho. Doscientos metros y los plomos que no esquivaban la luneta. Era uno de esos días en donde nada podía salir bien, por eso una rama gruesa caída en el camino y la velocidad que llevaba hicieron que desviara su destino y como un titán que desafía las leyes de la física, voló desde el barranco. Suspendido en el aire, logró marcar el número de quien lo esperaba dentro de dos horas. Un estallido fue lo único que se escucho desde el otro lado de la línea.

sábado, 10 de octubre de 2009

PLASTICO CRUEL

"Que la mujer que ames esté en una habitación con otro hombre. Que la ames. Y que ella esté haciendo el amor con otro hombre mientras vos estás en la habitación de al lado. Que llenes el espacio de música para tapar voces y sonidos que luego no podrías nunca olvidar. Que alguien golpee a tu puerta. Que al abrir la veas a ella envuelta en una toalla. Que ella te sonría. Que te diga si podes ir a comprar cigarrillos para ella y para su amante. Que la mujer que ames haya ido hasta tu cuarto a pedirte que, ya que estas vestido, compres cigarrillos para ellos. Y que vayas, que la quieras tanto. Que llueva. Que corras por la calle hasta el kiosco a comprar los cigarrillos. Y que llueva mucho. Que regreses empapado con los cigarrillos. Que la llames. Que golpees a la puerta de su habitación. Que tengas que repetir su nombre. Que escuches sonidos de algo imprevistamente recomenzado. Que escuches jadeos de placer. Que vuelvas a tu cuarto. Que pasen los minutos como siglos. Que ella, la mujer que ames envuelta en su toalla, llame nuevamente a la puerta. Que abras y te encuentres otra vez con su sonrisa. Que tengas que sonreír. Que debas imponerle otra sonrisa a tu confusión. Que le des los cigarrillos y que ella te agradezca por haber ido con esa lluvia. Que pregunte como estas y que le respondas que estas bien. Y que no sea cierto. Que la ames tanto. Que te suceda algo así... para que me entiendas."

Jose Sbarra

(Me gustan los textos que muerden, que parecen estar vivos, que se te meten dentro tuyo y te arrancan un pedazo, Jose Sbarra tenia ese talento, de darle vida a las palabras...)

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Mi princesita se transformo en sapito - Fragmento

“Esta es la última vez que nos vamos a mirar a los ojos así, tan obscenamente, con tanto descaro. Ni pienses que nos vamos a volver a encontrar en este mundo. No hay ninguna posibilidad que sigamos respirando el mismo aire. Ya no vamos a sentir vergüenza de nosotros mismos por continuar mintiéndole al otro constantemente sobre las vibraciones de ese pedazo de carne podrida que albergamos, como en una jaula, en el pecho. La lástima, ese maleficio cristiano, nos abrigó demasiado tiempo. Ya nuestra saliva no se mezclará más en nuestras bocas ¡Que desnuda está la verdad! Tan desnuda que da impresión ¿se es un miserable cuando se deja de querer a alguien? Se acabó eso de vestir la piel del ciervo y en los lapsos difíciles mostrar las fauces del León. Envolvimos los cielos con los harapos de la compasión. Escribímos el testamento antes del sepulcro. Voy a descorchar el amargo champagne del olvido. Ahora que ya no somos felices juntos rompamos el contrato tácito que nos une. Ese cordón umbilical que alimenta nuestra alma. Recuperemos todo lo que nos robamos el uno al otro. Ya sé, no seremos los mismos, pero decidamos ser mejores. Naveguemos por aguas nuevas sin ser esclavos. Pronto quedará solo una cáscara vacía e inhóspita como un desierto, pues ya llegamos al límite. Yo estoy destrozado. No quedan leyes, reglas, ni promesas válidas cuando la enfermedad que te chupa es la angustia. Yo sé que vos comprendes. Que sabés que es tener la carne floja, los huesos vaciados por el dolor...”

lunes, 24 de agosto de 2009

MI PRINCESITA SE TRANSFORMO EN SAPITO Parte III

- Morochón - Cuando me decía así, un escalofrío hermoso trepaba por mi columna vertebral - Morochón, ¿Qué serias capaz de hacer por mí?
¿Es posible que una sola pregunta tenga tantas respuestas y yo sea incapaz de pronunciar siquiera una?
- Morochón, me parece que vos no me querés.
Hay frases que salidas de los labios de la persona a la cual más adoramos sobre la tierra pueden rajarnos el alma y ella sabía muy bien cuando utilizarlas ¡Qué insignificante se siente uno cuando quiere traducir al lenguaje oral un sentimiento! No existía nada en este mundo que yo no hubiera hecho por ella, pero ella no lo sabía. Justamente al final de ese día ocurrió uno de los hechos más desgraciados de mi vida. Estábamos recostados en el lecho cuando sus labios dejaron escapar nuevamente la pregunta: ¿Qué serias capaz de hacer por mí?
Yo cavilé unos segundos tratando de formular una respuesta. Mas no tuve el tino de encontrar la adecuada. Entonces, ella de un salto salió de la cama, se dirigió al armario y sacó un pequeño bolso en el que metió algunas ropas. Desorientado, improvise algunas palabras, pero no pude armar una frase coherente, mientras ella ya vestida salía de la habitación. Puede que mi primer impulso fuera de no comprender nada aunque íntimamente lo sabía todo.
- No te podes ir, si esta es tu casa.- dije - Pará ¿A dónde vas?
- A donde no me duela tu silencio.
Si es cierto que se pude golpear a una persona hasta dejarla knock out con una frase, ella con lo dicho, me dejaba absolutamente fuera de combate. Cuando trataba de reponerme escuche el portazo que dio al salir a la calle. Que podía hacer. Groggy, como un boxeador que beso la lona me incorpore. Sentado en la cama y sosteniéndome la cabeza entre las manos fijé mis ojos en la foto que estaba pegada en el espejo. Dibuje en mi pensamiento el sendero que habíamos recorrido cuando yo creía ser el campeón en este juego. Todo eso ocurrió en fragmentos de segundos. Supuse que habíamos llegado al fin de nuestra vida juntos y comprendí que habíamos atravesado los límites del entendimiento. Comenzaba a navegar en el mar al que llamamos ausencia y me perdía en los laberintos de mis antiguas fantasías. Estuve un rato así, y les juro que si uno tendría la capacidad de decidir el momento en que abandonará la vida, yo hubiera elegido ese instante. Luego mi angustia se transformó en ira. “¡Por qué no te morís!”, le gritaba al espejo. Hablaba como si el reflejado fuera otro “¡Por qué no te morís!” Repetía. Nunca antes había deseado de tal manera mi muerte. Del polvo de todos los buenos momentos construí mi nueva fortaleza. Luego la desesperación se apoderó de mis sentidos. En un estado de extrema exaltación salí en su búsqueda. Escuche que las campanadas de una iglesia cercana anunciaban las tres da la mañana. La inocencia volcada en nuestras pasiones puede llegar a hacer que cometamos dramáticos errores. Corrí de una forma como nunca lo había echo en mi vida. Salí sin dirección alguna, pero a tres cuadras, absolutamente mojada por la lluvia la alcancé. La tomé de un brazo con brusquedad, pero mis labios nuevamente me jugaron una mala pasada, no pude pronunciar una sala silaba. Pero la miré a los ojos profundamente, con una de esas miradas que atraviesan la carne. Parecía como si mis ojos quisieran cumplir el rol de mi boca. Yo le hablaba. No con mi voz, no sé con qué, pero creo que ella me entendía. El agua de la lluvia corría por su rostro como una catarata. A pesar de ello pude divisar una lagrima colgarse de su mejilla. Entonces la abracé. La abracé con fuerza, como si quisiera que nuestros cuerpos fueran uno. Casi lo logro. Creo que fue esa vez, cuando sin decirle una sola palabra y sin haber realizado ningún hecho heroico, comprendió lo que yo sería capaz de hacer por ella.