miércoles, 23 de septiembre de 2009
Mi princesita se transformo en sapito - Fragmento
“Esta es la última vez que nos vamos a mirar a los ojos así, tan obscenamente, con tanto descaro. Ni pienses que nos vamos a volver a encontrar en este mundo. No hay ninguna posibilidad que sigamos respirando el mismo aire. Ya no vamos a sentir vergüenza de nosotros mismos por continuar mintiéndole al otro constantemente sobre las vibraciones de ese pedazo de carne podrida que albergamos, como en una jaula, en el pecho. La lástima, ese maleficio cristiano, nos abrigó demasiado tiempo. Ya nuestra saliva no se mezclará más en nuestras bocas ¡Que desnuda está la verdad! Tan desnuda que da impresión ¿se es un miserable cuando se deja de querer a alguien? Se acabó eso de vestir la piel del ciervo y en los lapsos difíciles mostrar las fauces del León. Envolvimos los cielos con los harapos de la compasión. Escribímos el testamento antes del sepulcro. Voy a descorchar el amargo champagne del olvido. Ahora que ya no somos felices juntos rompamos el contrato tácito que nos une. Ese cordón umbilical que alimenta nuestra alma. Recuperemos todo lo que nos robamos el uno al otro. Ya sé, no seremos los mismos, pero decidamos ser mejores. Naveguemos por aguas nuevas sin ser esclavos. Pronto quedará solo una cáscara vacía e inhóspita como un desierto, pues ya llegamos al límite. Yo estoy destrozado. No quedan leyes, reglas, ni promesas válidas cuando la enfermedad que te chupa es la angustia. Yo sé que vos comprendes. Que sabés que es tener la carne floja, los huesos vaciados por el dolor...”
lunes, 24 de agosto de 2009
MI PRINCESITA SE TRANSFORMO EN SAPITO Parte III
- Morochón - Cuando me decía así, un escalofrío hermoso trepaba por mi columna vertebral - Morochón, ¿Qué serias capaz de hacer por mí?
¿Es posible que una sola pregunta tenga tantas respuestas y yo sea incapaz de pronunciar siquiera una?
- Morochón, me parece que vos no me querés.
Hay frases que salidas de los labios de la persona a la cual más adoramos sobre la tierra pueden rajarnos el alma y ella sabía muy bien cuando utilizarlas ¡Qué insignificante se siente uno cuando quiere traducir al lenguaje oral un sentimiento! No existía nada en este mundo que yo no hubiera hecho por ella, pero ella no lo sabía. Justamente al final de ese día ocurrió uno de los hechos más desgraciados de mi vida. Estábamos recostados en el lecho cuando sus labios dejaron escapar nuevamente la pregunta: ¿Qué serias capaz de hacer por mí?
Yo cavilé unos segundos tratando de formular una respuesta. Mas no tuve el tino de encontrar la adecuada. Entonces, ella de un salto salió de la cama, se dirigió al armario y sacó un pequeño bolso en el que metió algunas ropas. Desorientado, improvise algunas palabras, pero no pude armar una frase coherente, mientras ella ya vestida salía de la habitación. Puede que mi primer impulso fuera de no comprender nada aunque íntimamente lo sabía todo.
- No te podes ir, si esta es tu casa.- dije - Pará ¿A dónde vas?
- A donde no me duela tu silencio.
Si es cierto que se pude golpear a una persona hasta dejarla knock out con una frase, ella con lo dicho, me dejaba absolutamente fuera de combate. Cuando trataba de reponerme escuche el portazo que dio al salir a la calle. Que podía hacer. Groggy, como un boxeador que beso la lona me incorpore. Sentado en la cama y sosteniéndome la cabeza entre las manos fijé mis ojos en la foto que estaba pegada en el espejo. Dibuje en mi pensamiento el sendero que habíamos recorrido cuando yo creía ser el campeón en este juego. Todo eso ocurrió en fragmentos de segundos. Supuse que habíamos llegado al fin de nuestra vida juntos y comprendí que habíamos atravesado los límites del entendimiento. Comenzaba a navegar en el mar al que llamamos ausencia y me perdía en los laberintos de mis antiguas fantasías. Estuve un rato así, y les juro que si uno tendría la capacidad de decidir el momento en que abandonará la vida, yo hubiera elegido ese instante. Luego mi angustia se transformó en ira. “¡Por qué no te morís!”, le gritaba al espejo. Hablaba como si el reflejado fuera otro “¡Por qué no te morís!” Repetía. Nunca antes había deseado de tal manera mi muerte. Del polvo de todos los buenos momentos construí mi nueva fortaleza. Luego la desesperación se apoderó de mis sentidos. En un estado de extrema exaltación salí en su búsqueda. Escuche que las campanadas de una iglesia cercana anunciaban las tres da la mañana. La inocencia volcada en nuestras pasiones puede llegar a hacer que cometamos dramáticos errores. Corrí de una forma como nunca lo había echo en mi vida. Salí sin dirección alguna, pero a tres cuadras, absolutamente mojada por la lluvia la alcancé. La tomé de un brazo con brusquedad, pero mis labios nuevamente me jugaron una mala pasada, no pude pronunciar una sala silaba. Pero la miré a los ojos profundamente, con una de esas miradas que atraviesan la carne. Parecía como si mis ojos quisieran cumplir el rol de mi boca. Yo le hablaba. No con mi voz, no sé con qué, pero creo que ella me entendía. El agua de la lluvia corría por su rostro como una catarata. A pesar de ello pude divisar una lagrima colgarse de su mejilla. Entonces la abracé. La abracé con fuerza, como si quisiera que nuestros cuerpos fueran uno. Casi lo logro. Creo que fue esa vez, cuando sin decirle una sola palabra y sin haber realizado ningún hecho heroico, comprendió lo que yo sería capaz de hacer por ella.
¿Es posible que una sola pregunta tenga tantas respuestas y yo sea incapaz de pronunciar siquiera una?
- Morochón, me parece que vos no me querés.
Hay frases que salidas de los labios de la persona a la cual más adoramos sobre la tierra pueden rajarnos el alma y ella sabía muy bien cuando utilizarlas ¡Qué insignificante se siente uno cuando quiere traducir al lenguaje oral un sentimiento! No existía nada en este mundo que yo no hubiera hecho por ella, pero ella no lo sabía. Justamente al final de ese día ocurrió uno de los hechos más desgraciados de mi vida. Estábamos recostados en el lecho cuando sus labios dejaron escapar nuevamente la pregunta: ¿Qué serias capaz de hacer por mí?
Yo cavilé unos segundos tratando de formular una respuesta. Mas no tuve el tino de encontrar la adecuada. Entonces, ella de un salto salió de la cama, se dirigió al armario y sacó un pequeño bolso en el que metió algunas ropas. Desorientado, improvise algunas palabras, pero no pude armar una frase coherente, mientras ella ya vestida salía de la habitación. Puede que mi primer impulso fuera de no comprender nada aunque íntimamente lo sabía todo.
- No te podes ir, si esta es tu casa.- dije - Pará ¿A dónde vas?
- A donde no me duela tu silencio.
Si es cierto que se pude golpear a una persona hasta dejarla knock out con una frase, ella con lo dicho, me dejaba absolutamente fuera de combate. Cuando trataba de reponerme escuche el portazo que dio al salir a la calle. Que podía hacer. Groggy, como un boxeador que beso la lona me incorpore. Sentado en la cama y sosteniéndome la cabeza entre las manos fijé mis ojos en la foto que estaba pegada en el espejo. Dibuje en mi pensamiento el sendero que habíamos recorrido cuando yo creía ser el campeón en este juego. Todo eso ocurrió en fragmentos de segundos. Supuse que habíamos llegado al fin de nuestra vida juntos y comprendí que habíamos atravesado los límites del entendimiento. Comenzaba a navegar en el mar al que llamamos ausencia y me perdía en los laberintos de mis antiguas fantasías. Estuve un rato así, y les juro que si uno tendría la capacidad de decidir el momento en que abandonará la vida, yo hubiera elegido ese instante. Luego mi angustia se transformó en ira. “¡Por qué no te morís!”, le gritaba al espejo. Hablaba como si el reflejado fuera otro “¡Por qué no te morís!” Repetía. Nunca antes había deseado de tal manera mi muerte. Del polvo de todos los buenos momentos construí mi nueva fortaleza. Luego la desesperación se apoderó de mis sentidos. En un estado de extrema exaltación salí en su búsqueda. Escuche que las campanadas de una iglesia cercana anunciaban las tres da la mañana. La inocencia volcada en nuestras pasiones puede llegar a hacer que cometamos dramáticos errores. Corrí de una forma como nunca lo había echo en mi vida. Salí sin dirección alguna, pero a tres cuadras, absolutamente mojada por la lluvia la alcancé. La tomé de un brazo con brusquedad, pero mis labios nuevamente me jugaron una mala pasada, no pude pronunciar una sala silaba. Pero la miré a los ojos profundamente, con una de esas miradas que atraviesan la carne. Parecía como si mis ojos quisieran cumplir el rol de mi boca. Yo le hablaba. No con mi voz, no sé con qué, pero creo que ella me entendía. El agua de la lluvia corría por su rostro como una catarata. A pesar de ello pude divisar una lagrima colgarse de su mejilla. Entonces la abracé. La abracé con fuerza, como si quisiera que nuestros cuerpos fueran uno. Casi lo logro. Creo que fue esa vez, cuando sin decirle una sola palabra y sin haber realizado ningún hecho heroico, comprendió lo que yo sería capaz de hacer por ella.
domingo, 16 de agosto de 2009
GUERRA
No tengo ninguna cicatriz a la vista por lo tanto, podria negar rotundamente que soy un sobreviviente de una cruenta guerra. Mi sonrisa permanece en una mueca natural, mis ojos aunque un poco caídos, no reflejan la paz de los muertos que se siente justo debajo de mis pulmones. Mi aspecto es medianamente saludable, no estoy desalineado y todavía, quizás por inercia, me paro derecho. Fueron apenas un par de días (casi dos años), los que estuve bajo la línea de fuego, aunque casi nadie se entero (como casi nadie se da cuenta ahora que de tantas heridas que tengo por dentro, me derrumbaría si me suspiraran cerca) que apenas y llegue a escapar del patíbulo. No se usaron fusiles, ni bombas en esta guerra. Muy poca fue la inteligencia y las estrategias utilizadas. Fueron innumerables combates cuerpo a cuerpo, con la pasión como único instrumento de ataque y defensa. He llorado, he gritado, me he enfadado, he enloquecido pero la he amado tanto, pero tanto, que no me daba cuenta que ella era mi mi unico enemigo. Mi bendita alma recibio puñaladas de desconsuelo, detonaciones de desilusión, tormentas de dolor hasta que mi corazon exploto y los pedazos se desparramaron por todo mi cuerpo.
sábado, 25 de julio de 2009
FRAGMENTO CAPITULO III "EL PROFETA DEL SUBURBIO"
- Me acuerdo de aquellas noches - continuó Sheré - en las que Dios y yo nos dábamos la mano. Sabes? he espiado a las hermanas de todos mis amigos mientras estas se bañaban, se cambiaban o dormían (algunas tienen la costumbre de dormir sin sutiens y sin bombacha). Eran pocas las que tenían un bonito culo, pero igual todas me excitaban. He hecho el amor con algunas de ellas. A las otras, con las que no he podido compartir una cama les dedique varios de mis mejores pajas, desde el baño de mi casa. Mirá, la otra vez, en una de esas fiestas en donde uno no sabe donde termina, invité a una de esas que bailan con todos (en toda fiesta hay por lo menos una) a mi habitación. Después de mucha histeria vino conmigo. La mina se desvistió mas rápido de lo que tardé yo en ir al baño a orinar y volver. El tiempo que le sobró lo utilizó para tender la cama y meterse adentro. Esa noche solo fue un viaje aburrido. Sin embargo en otras madrugadas con señoritas universitarias (muy seriecitas ellas), lo he pasado de puta madre. Es cierto ese mito de que las más tímidas y calladas a la hora de endemoniarles el alma a sus compañeros son las que mas eficientemente lo hacen. Hace como un mes que no puedo atrincherarme entre las piernas de una mujer. Espero que no pase mucho tiempo más porque sino voy a volver a hacerme adicto a la más fabulosa de las drogas: La paja. Cuando la desesperación comienza a patearte el bajo vientre, uno se frota con cualquier cosa. Yo creo que empecé a practicar este bendito deporte entre los trece y los catorce años. Eran tiempos en que nos juntábamos con mis amigos del barrio a jugar a la pelota en una canchita. Después del partido nos cruzábamos al kiosco a tomar algo fresco. A unos metros vivía una vecina que tenía la buena costumbre de salir a comprar cigarrillos con un camisón casi transparente y con un escote lo suficientemente pronunciado como para dejar al descubierto el valle de sus tetas. Acusaría unos cuarenta años. Nos desequilibraba el hecho de que el camisón dejaba traslucir su bombacha. Imaginate nosotros, a esa edad... Una tarde me llamó a mí de entre los diez o doce que allí estábamos para pedirme un favor. Todos mis amigos me miraron con cierta complicidad y en voz baja me decían: "Te quiere bajar la caña", "Cuando la tengas cerca tocale una teta sino te dice nada te la podes voltear", "dale besitos en el cuello, eso a las minas las re calienta". Luego de haber hecho el mandado me invitó a pasar a su casa. El marido no estaba. Cuando entré, un miedo terrible se agazapó entre mis piernas. Yo era virgen y no sabía que hacer. Nunca había estado a solas con una mujer semi desnuda. Mientras me agradecía el haberle hecho el mandado, giró y se agachó para tomar algo de su cartera. Mi bragueta se hinchó. Me acerqué a ella lentamente, sin quitarle los ojos de encima a lo que dejaba a la vista la fina tela de su camisón. Cuando la tuve lo suficientemente cerca, le acaricié el muslo. Ella se dio vuelta de inmediato y me miró muy seria. Pensé que no le había gustado y el pánico de lo que podría suceder me puso tieso. Tomó mi mano, dejó caer unas monedas en la palma y me abrió la puerta para que me vaya. Al regresar con mis amigos me ametrallaron de preguntas. Por supuesto que no les conté la verdad, puesto que cada palabra que decía era escuchada con admiración. En esos tiempos mi reputación, con respecto a las mujeres, creció enormemente. Esa noche en mi habitación recordé lo sucedido y le cambié el final. Me imaginaba que ella me desabrochaba la bragueta, me bajaba los pantalones y se quitaba el camisón. Me fui en seco.
domingo, 12 de julio de 2009
SER O NO SER
Soy la imagen del futuro agazapada en un insomnio. Soy el hijo de Sodoma, su parte más lasciva. Soy la lengua que escupe las palabras y pensamientos de los pudorosos. Soy un pecho que sangra veneno y se suicida por placer. Soy el efímero suspiro de esa mujercita que todavía no ha conocido lo que significa la palabra mujer. Soy la mirada perdida de un mendigo con sueños de magnate. Soy el diente podrido de una médium que se encamó con todos los curas de una santísima iglesia. Soy la cama de tortura donde duermen las tristezas y las angustias. Soy saliva de esos labios que nunca quisieron rozar los míos, la pasión escatimada de Ella, la más hermosa, la que siempre dio su cuerpo y nunca su amor. La traición desesperada de un amigo de toda la vida. Soy la plegaria obligada de aquel que ha pecado. Soy la seducción de lo prohibido. Soy la visión del mundo que tiene un enfermo esquizofrénico, la emoción del que gana una partida, la tentación de los sometidos, la sincera distracción del que dijo una mentira.
Pero a pesar de todo esto, no soy ni la mitad de lo que he querido ser.
Pero a pesar de todo esto, no soy ni la mitad de lo que he querido ser.
sábado, 27 de junio de 2009
Los Residuos de un Amor
Eran los residuos de un amor. Mi angel de la guarda se quedó dormido y yo sin querer desvie el camino. Es por ello que estaba sumergiendo mis botas en el pantano de las canalladas. Mis valores antes erguidos en acero indestructible se habían convertido apenas en montañas de barro que se derrumbaban en el lodazal.
Buscaba un beso que durara mas que sus mentiras. Trocitos de suspiros entre ese enjambre de ideas. Sofisticadas excursiones entre las bragas de esa mujer. Parecía imposible poder hacer que algo metiera un poco de sangre en nuestras venas para que el motor de esos cuerpos cansados empuje otra vez.
Buscabamos que cada dia se haga eterno y que nuestros soles nos sonrian siempre.
Buscaba que cada mañana ella me quiera un poquito mas...
Nuestro encuentro en este mundo no ha sido sencillo (pocas veces las cosas maravillosas lo son), por eso tendriamos que haber sido diestros albañiles de nuestros sueños. Estar a la altura de nuestros deseos, si estos son lo suficiente ambiciosos.
Hay un corazon aquí que late, todavía al ritmo del amor que hubo entre nosotros…
Buscaba un beso que durara mas que sus mentiras. Trocitos de suspiros entre ese enjambre de ideas. Sofisticadas excursiones entre las bragas de esa mujer. Parecía imposible poder hacer que algo metiera un poco de sangre en nuestras venas para que el motor de esos cuerpos cansados empuje otra vez.
Buscabamos que cada dia se haga eterno y que nuestros soles nos sonrian siempre.
Buscaba que cada mañana ella me quiera un poquito mas...
Nuestro encuentro en este mundo no ha sido sencillo (pocas veces las cosas maravillosas lo son), por eso tendriamos que haber sido diestros albañiles de nuestros sueños. Estar a la altura de nuestros deseos, si estos son lo suficiente ambiciosos.
Hay un corazon aquí que late, todavía al ritmo del amor que hubo entre nosotros…
martes, 23 de junio de 2009
XIV
Trataba de dormirme y no podía. Mi cuerpo estaba pesadamente agotado, pero mis ojos se negaban a cerrarse y descansar en paz. Era como una especie de maldición. Un presagio mal parido. Como si dentro mío hubiera demasiada carga crispando mis nervios. Me senté en el colchón. Permanecí unos segundos así sin saber que hacer. Me volví a acostar. Puse mi mente en blanco. Un par de pies gigantes bailaban un malambo sobre mi cráneo. Giré a un lado y a otro. Insomnio: Una sanguijuela o algo así circulaba dentro mio. La podía sentir. Mi piel se elevaba por donde pasaba. Un cosquilleo doloroso me indicaba que algo no anda bien. La sanguijuela estaba en mi pecho justo sobre mi corazón. Percibía como se movía tan asquerosamente y yo sin un deseo digno de una persona…
¡Que gris sentía todo! ¡Que gris! La sanguijuela trepaba por mi cuello hacia mi rostro “¿no se irá a salir por la nariz?, ¿o por la oreja?” me preguntaba.
Insomnio. Intentaba dormir en una cama cuyo colchón padecía, como si estuviera hecho de clavos en punta que van presionando mi cuerpo tan filosamente como para espantar al sueño. Encima veía al sol colgado cual cuadro surrealista en la parte de la casa donde el techo estaba caído. Mi mirada pesaba. Traté de aniquilar mis pensamientos leyendo un libro. La sanguijuela se reía en voz baja dentro mio y yo la puteaba. Dejé el libro porque no me enganchaba. El reloj se ha clavado caprichosamente en una hora que querían olvidar. Mis párpados seguían negándose a cerrarse como si fueran imanes de un mismo polo. Insomnio, ese maldito enemigo que me ha perturbado tantas veces, nuevamente ganaba otra batalla. Con esa pesadumbre que roe los huesos al estar completamente agotado y no poder abandonar el desvelo, me dirigí hacia la calle. Caminé sin rumbo. A dos cuadras una gitana intentó retenerme para leerme el futuro. Inhalé el repugnante hedor a orín que se desprendía de su ropa y traté de evitarla. Ella tomó mis manos. Forcejeamos un instante. La futuróloga trató de convencerme para sacarme algún billete. Sus ásperos dedos me acariciaban la palma. Mas, la fuerza se encontraba ausente en mí. Me sugirió que su hija (una doncellita de unos 17 años que estaba sentada frente a la puerta de su casa), me brindaría sus favores a cambio de algún dinero. Yo sonreí y reparé sobre la gitanita que me miraba con el rabillo del ojo, con una inocencia que me recordó a Blancanieves. La madraza quiso persuadirme, pero yo sabía que debajo de esa pollera había una letrina que guardaba ratas despilfarrando infecciones morbosas. Las sábanas a las que me invitaba estaban bañadas por ríos de semen y lágrimas asqueadas, donde las bestias mimosas enfermaban sus hormonas. Por ese cuerpo que olvida la belleza (toda la carnada estaba en qué tan sensuales pueden resultar un par de breteles a la vista), han batallado ejércitos de leguas ásperas hasta el suicidio. Pude ver en las palabras de la vieja, la imagen del pasado agazapada en mentiras. A hijos de Sodoma, héroes lascivos con complejos pervertidos que alzaron sus banderas en terribles ceremonias. Me negué a tanta camaradería. Escapé de sus garras y continué mi andar errante.
El día se clavó en mi cuerpo a modo de un inmenso cuchillo que me rajó, como alguien que aspira a todo sin medir a quien va a dañar. Mi estomago crujía reclamando algún alimento. Mi saliva pesaba tanto que me costaba levantar la lengua. Los bolsillos vacíos. El Mendocino que me sorprendió de atrás con un cartón de vino por la mitad, me invitó un trago que yo rechacé. Nos sentamos sobre el pasto de una plazoleta. Él balbuceó historias que seguramente ha vivido en otra vida. Yo silenciosamente fingí creerle ¡Que atormentado estaba! Aturdido por el tránsito que comenzaba a hacerse mas nutrido intenté sumergirme entre la marea que renuncia a la vigilia. Creo que lo logré.
¡Que gris sentía todo! ¡Que gris! La sanguijuela trepaba por mi cuello hacia mi rostro “¿no se irá a salir por la nariz?, ¿o por la oreja?” me preguntaba.
Insomnio. Intentaba dormir en una cama cuyo colchón padecía, como si estuviera hecho de clavos en punta que van presionando mi cuerpo tan filosamente como para espantar al sueño. Encima veía al sol colgado cual cuadro surrealista en la parte de la casa donde el techo estaba caído. Mi mirada pesaba. Traté de aniquilar mis pensamientos leyendo un libro. La sanguijuela se reía en voz baja dentro mio y yo la puteaba. Dejé el libro porque no me enganchaba. El reloj se ha clavado caprichosamente en una hora que querían olvidar. Mis párpados seguían negándose a cerrarse como si fueran imanes de un mismo polo. Insomnio, ese maldito enemigo que me ha perturbado tantas veces, nuevamente ganaba otra batalla. Con esa pesadumbre que roe los huesos al estar completamente agotado y no poder abandonar el desvelo, me dirigí hacia la calle. Caminé sin rumbo. A dos cuadras una gitana intentó retenerme para leerme el futuro. Inhalé el repugnante hedor a orín que se desprendía de su ropa y traté de evitarla. Ella tomó mis manos. Forcejeamos un instante. La futuróloga trató de convencerme para sacarme algún billete. Sus ásperos dedos me acariciaban la palma. Mas, la fuerza se encontraba ausente en mí. Me sugirió que su hija (una doncellita de unos 17 años que estaba sentada frente a la puerta de su casa), me brindaría sus favores a cambio de algún dinero. Yo sonreí y reparé sobre la gitanita que me miraba con el rabillo del ojo, con una inocencia que me recordó a Blancanieves. La madraza quiso persuadirme, pero yo sabía que debajo de esa pollera había una letrina que guardaba ratas despilfarrando infecciones morbosas. Las sábanas a las que me invitaba estaban bañadas por ríos de semen y lágrimas asqueadas, donde las bestias mimosas enfermaban sus hormonas. Por ese cuerpo que olvida la belleza (toda la carnada estaba en qué tan sensuales pueden resultar un par de breteles a la vista), han batallado ejércitos de leguas ásperas hasta el suicidio. Pude ver en las palabras de la vieja, la imagen del pasado agazapada en mentiras. A hijos de Sodoma, héroes lascivos con complejos pervertidos que alzaron sus banderas en terribles ceremonias. Me negué a tanta camaradería. Escapé de sus garras y continué mi andar errante.
El día se clavó en mi cuerpo a modo de un inmenso cuchillo que me rajó, como alguien que aspira a todo sin medir a quien va a dañar. Mi estomago crujía reclamando algún alimento. Mi saliva pesaba tanto que me costaba levantar la lengua. Los bolsillos vacíos. El Mendocino que me sorprendió de atrás con un cartón de vino por la mitad, me invitó un trago que yo rechacé. Nos sentamos sobre el pasto de una plazoleta. Él balbuceó historias que seguramente ha vivido en otra vida. Yo silenciosamente fingí creerle ¡Que atormentado estaba! Aturdido por el tránsito que comenzaba a hacerse mas nutrido intenté sumergirme entre la marea que renuncia a la vigilia. Creo que lo logré.
lunes, 8 de junio de 2009
El ejercicio de mirar y ser mirado fijamente a los ojos cuando las palabras parecen no poder combinarse de la manera exacta para expresar lo que si puede ésta disciplina, quizás nos permita entender el por qué en este momento tengo una sonrisa dulcemente amplia grabada en mis labios.
Y que mensaje de mi cerebro le lleva la sangre que recorre mis venas a mis manos, no lo se, el echo es que sin decirle nada tomo las manos de mi interlocutora tiernamente. Ella ahora me cuenta de su vida. Quizás sea la luna llena que se cuelga como fondo de este cuadro, o tal vez una extraña combinación de astros. Lo cierto es que me abre su corazón. También es posible, que aquello que ha bebido en las últimas dos horas este ayudando a la sensibilidad. Por eso me dice que a pesar que me conoce poco, significo mucho para ella, que me quiere (aunque mas tarde este querer se haya transformado en aprecio pues la palabra querer dicha a alguien que conocemos poco suena totalmente fayuta por mas que esta vez sea cierto).
No se que hace, pero logra despertar al león que habita en mi corazón y desde hacia tiempo dormía. Me habla al oído, pues la música suena fuerte y esta es la única forma de que la escuche, y a mi eso me encanta. Miro su boca y me dan ganas de comerle el alma. Cuanto pagaría por ser la gota de sudor que en este momento esta atravesando su cara desde su sien hasta la comisura de sus labios… nada, pues puedo serlo sin mas que acercar mi boca a ella y transformarla en parte de mi, pero todavía no lo hago. Me gusta asi. Le pregunto si vio alguna vez un pájaro llorar. Me dice que no. Como un relámpago esculpido en el alba, el brillo de sus ojos me invade un instante. Y es mi suspiro el pergamino donde escribo mi declaración. Rozo su vientre apenas descubierto casi sin querer con mi mano y ya no se lo que hago, me tiene absolutamente hipnotizado. Me estrecha fuerte una y otra vez. En la última nos fundimos en un beso necesitado. En un beso que había sido encerrado en las mazmorras de lo prohibido. En ese momento nos iniciamos en la doctrina del deleite. Esta vez el “para siempre” duró mucho mas que las veces anteriores.
Ahora en la oscuridad, sus ojos se apagan en un delirio escapado de su celda racional. Y la eternidad se regala como algo tangible.
Y que mensaje de mi cerebro le lleva la sangre que recorre mis venas a mis manos, no lo se, el echo es que sin decirle nada tomo las manos de mi interlocutora tiernamente. Ella ahora me cuenta de su vida. Quizás sea la luna llena que se cuelga como fondo de este cuadro, o tal vez una extraña combinación de astros. Lo cierto es que me abre su corazón. También es posible, que aquello que ha bebido en las últimas dos horas este ayudando a la sensibilidad. Por eso me dice que a pesar que me conoce poco, significo mucho para ella, que me quiere (aunque mas tarde este querer se haya transformado en aprecio pues la palabra querer dicha a alguien que conocemos poco suena totalmente fayuta por mas que esta vez sea cierto).
No se que hace, pero logra despertar al león que habita en mi corazón y desde hacia tiempo dormía. Me habla al oído, pues la música suena fuerte y esta es la única forma de que la escuche, y a mi eso me encanta. Miro su boca y me dan ganas de comerle el alma. Cuanto pagaría por ser la gota de sudor que en este momento esta atravesando su cara desde su sien hasta la comisura de sus labios… nada, pues puedo serlo sin mas que acercar mi boca a ella y transformarla en parte de mi, pero todavía no lo hago. Me gusta asi. Le pregunto si vio alguna vez un pájaro llorar. Me dice que no. Como un relámpago esculpido en el alba, el brillo de sus ojos me invade un instante. Y es mi suspiro el pergamino donde escribo mi declaración. Rozo su vientre apenas descubierto casi sin querer con mi mano y ya no se lo que hago, me tiene absolutamente hipnotizado. Me estrecha fuerte una y otra vez. En la última nos fundimos en un beso necesitado. En un beso que había sido encerrado en las mazmorras de lo prohibido. En ese momento nos iniciamos en la doctrina del deleite. Esta vez el “para siempre” duró mucho mas que las veces anteriores.
Ahora en la oscuridad, sus ojos se apagan en un delirio escapado de su celda racional. Y la eternidad se regala como algo tangible.
domingo, 31 de mayo de 2009
El Imperio de la Letrina
Barrio de huracanes, de fiebre apaisada. Lunáticas y lunáticos adueñándose del aire. Paredes gritando amenazas. Puertas de doble llave. Rufianes con dolor de cabeza y más de una cicatriz. La suerte es una astilla que a veces no se clava en el lugar indicado. Grises atardeceres con lluvia de plomo. Vidas que valen un stéreo o un par de gramos. Ojos que destilan sangre en vez de lágrimas. Frentes fruncidas, ideas de venganza. Basurales de amor. Senderos de rabia. Cuchillos de punta bien afilada. Nombres que dan miedo en calles desangeladas. Naufragios de vino y un zarparzo al rostro del que se quiso cambiar de banda. Una TV en blanco y negro que escupe noticias gastadas. Por la ventana música de cumbia y culebras que se arremangan. Te toca tirar los dados. La ruleta rusa juega con otro. Pactos que duran un suspiro. Silencios que duelen. Un bebé asfixiado dentro de una bolsa de basura. Una vecina de quince que vuelve a quedar embarazada. La ley de la calle dogma de una vida. Las tripas de un gato desparramadas por un par de pendejos. Voces que retumban. Drogas de dudosa procedencia. Fuego en la noche, humo que se hace nube. Pan duro en la boca de un perro. Un libro de Nietzsche al borde de un zanjón. Un bar de cucarachas con una mesa de batidores, que tienen los días contados y el culo bien domado. Dioses de estampitas. Monjas que serían más útiles desnudas.
Si yo fuera escritor, no escribiría sobre esto. Si yo fuera un asesino, mataría a todos los escritores. Así es todo aquí, en el imperio de la letrina. Yo soy una rata más en este escabroso agujero.
Si yo fuera escritor, no escribiría sobre esto. Si yo fuera un asesino, mataría a todos los escritores. Así es todo aquí, en el imperio de la letrina. Yo soy una rata más en este escabroso agujero.
lunes, 25 de mayo de 2009
Amén
Hoy es uno de esos días donde mi cabeza y yo no nos llevamos demasiado bien. Cada tanto ocurre. He visto como caía en bancarrota una vida y yo, como un espectador en un teatro, solo me limitaba a observar esa estrepitosa debacle. Deambular por los pasillos del desquicio cuidándome que éste no me toque. Que no me infecte un solo virus de desgracia ¡Atención! Que nadie se quede parado o perdido. Que la misa no sea esta vez en nuestro nombre. Que el sepulcro esta vez este vacío. Que no haya ni siquiera un solo deseo encerrado ahí. Ni siquiera un sueñito por mas breve que éste haya sido. Que tu sonrisa dure para siempre o por lo menos para mí siempre. Que no se acaben los designios por los cuales algún shamán hizo que hoy seas mi compañera. Que el verbo sea por ésta única ocasión el esclavo que se conjugará a mi favor. Que se pudra el alimento del desprecio. Una lucha entre gladiadores Romanos en este circo pérfido que es mi conciencia. El sol se pone en el horizonte pero hace 72hs. que el día no acaba ¿Qué, la oscuridad no es el camino hacia el nacimiento de un nuevo amanecer? ¿Donde estamos parados? ¿Por qué ese humo nos ha ganado lo que nos quedaba de la fiesta? ¿O es que nunca hubo fiesta y solo fue mi imaginación? Abrir la puerta de la percepción para cabalgar sobre los cimientos de esta construcción de ideas destempladas, de prejuicios mugrientos, de furiosos gemidos, de lágrimas colgadas de las mejillas de las esfinges de nuestros ídolos. Esos hologramas de lo que hubiéramos querido que sean. Y que nadie diga que mis palabras son un susurro que el viento ha llevado de aquí para allá. Amen
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